O…, o yo

Ningún hombre normal soportará los ultimatums femeninos. En primer lugar porque es la revelación del egoísmo y en segundo lugar porque es humillante. Unas cuantas veces los puede aguantar, cuando por ejemplo le digas “o tus amigos o yo”, pero algún día perderá la paciencia y puede resultar que su elección no será a tu favor.

El control

No intentes controlar todas sus acciones, tu pareja ya no es un niño. Es que muy a menudo intentamos controlar a las personas cercanas para librarnos de excesivas preocupaciones. Pero sé sincera contigo misma, ¿no será que te preocupa más tu mismo bienestar y tranquilidad? Además tu control le demuestra que no confías en él.

Acallar los problemas

Algunas parejas creen que  no es necesario hablar de los problemas para no agravarlos. Pero no es cierto. Todas las emociones negativas que experimentamos tarde o temprano se derramarán aunque no se sabe en qué forma. En la mayoría de los casos las riñas sin motivo surgen debido al descontento que estamos acostumbrados a guardar para nosotros mismos.

No es fácil hablar de los problemas, ponerlos de manifiesto, pero no sólo es imprescindible discutirlos sino también intentar buscar una solución juntos.

Los intentos de cambiar a la pareja

Al comienzo de una relación todos tendemos a adaptarnos a nuestra pareja, cambiamos algunos aspectos de nuestro carácter y modificamos parte de nuestros comportamientos para hacer más agradable y fácil la relación. El problema surge cuando es la otra persona quien espera de nosotros esos cambios e intenta influir para que éstos se produzcan. Hay quien constantemente desea cambiar características de su pareja, critican esto o aquello y siempre sugieren qué debería hacer o cómo debería comportarse. En muchas ocasiones, este intento se produce porque en la fase del enamoramiento no percibimos los defectos de la pareja o no le damos importancia. Es con el paso del tiempo cuando empezamos a observar los defectos, manías y costumbres de nuestra pareja. Tendremos que aceptarlos y asumir que hay cosas que no se pueden cambiar. Sin embargo, este deseo de querer cambiar algún aspecto de nuestra pareja se produce en casi todas las parejas: formas de vestir, palabras que no deben decir, pataditas por debajo de la mesa… Tenemos que tener en cuenta que cuando intentamos cambiar a nuestra pareja y estamos continuamente corrigiéndola o resaltándole sus defectos, podemos dañar su autoestima o hacerle sentir como un auténtico desastre lleno de defectos. Cuando nos comportamos así, puede convertirse en un suplicio para ella y es muy probable que pierda el interés por estar con nosotros.

Es muy importante que la aceptemos como es, con sus defectos y manías. No podemos empeñarnos en que deje de hacer tal cosa o haga esta otra porque a nosotros nos guste más ni pretender que sea de una forma determinada ni que se comporte de acuerdo a nuestro criterio.

Si todo lo que hace nuestra pareja nos molesta, probablemente el problema no está en ella sino en uno mismo, tal vez ya no estemos enamorados de ella o nos estamos cansando de esa relación.

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Los psicólogos ven el fracaso matrimonial como una de las experiencias más traumáticas en la vida de una persona. Mientras que las personas que deciden formar una familia por segunda vez, están más maduras psicológicamente. Se orientan mejor en sus metas, en sus planes para el futuro, ya conocen los errores que pueden encontrar en el camino. Es más, las personas que se proponen casarse por segunda vez, suelen dedicar más tiempo para conocer mejor a su elegido (-a). Es decir, no están “ciegos de amor”.

Unas ideas románticas dan paso a unas más realístas. Además, según Michael Mantell, es mejor empezar el segundo matrimonio con un acuerdo preliminar sobre las cuestiones cotidianas, económicas, etc. Entonces la pareja tendrá la suerte de vivir junta toda la vida. Aunque si después del primer matrimonio no se sacan conclusiones,  es muy probable que la segunda vez te encuentres con una copia de tu primer esposo (-a).

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