Según Sharlotta Fridman, una psicoterapeuta familiar que se dedica al estudio de este problema, a pesar de que la infidelidad por parte del marido siempre causa mucho daño, el próposito de muchas mujeres de no destruir sus matrimonios en la mayoría de los casos resulta correcto. Los adulterios pueden estar divididos en dos grupos. El primer grupo comprende los casos que realmente sirven de pretexto para romper el matrimonio. En el segundo grupo que es mucho más amplio encontraremos los resultados del intento de resolver ciertos problemas del matrimonio y no se trata, en ningún caso, del deseo de conseguir el divorcio.
Por supuesto, en este caso toda la responsabilidad por la salvación del matrimonio la debe asumir la mujer que al resultar perjudicada debería mostrar el máximo valor, paciencia y sabiduría. A veces las familias que han vivido la experiencia del adulterio consiguen superar las consecuencias negativas del mismo y mejorar sus relaciones.